La apertura de los archivos oficiales sobre OVNIs de muchos gobiernos en los últimos años no se ha traducido en un impacto mediático especialmente destacable. Y, de paso, no ha supuesto tampoco un mayor interés de la sociedad por el que fuera calificado como el desafío científico más relevante del siglo XX. Sin embargo, el caudal informativo y documental que tienen los archivos oficiales franceses, ingleses o españoles que se han podido conocer en lo que va de siglo son una auténtica joya que está todavía por pulir.
Si nos remontamos a 1992 y examinamos el caso español, seguramente podremos entender algunas de las causas de este fenómeno. Lo editores de El Ojo Crítico fueron de los afortunados que asistieron, junto a otros estudiosos españoles entre los que me encontraba, a los Cursos de Verano de la Universidad Complutense. Por primera vez en la historia, de forma oficial, el ejército español bajaba a la arena cuando un oficial de inteligencia -Ángel Bastida, coronel adscrito al Mando Operativo Aéreo- efectuaba una exposición sobre el secreto OVNI en España y las investigaciones oficiales que se habían realizado desde 1968. En dicha comunicación, tan correcta como fría y aséptica, Bastida confirmó que se había tomado la decisión de dar a conocer los archivos secretos del Ejército del Aire sobre el asunto mientras que no afectaran a la seguridad nacional. Apenas dos meses después, los primeros informes desclasificados llegaban a la biblioteca del Cuartel General del Aire.
Durante varios años, de forma intermitente, los expedientes sobre un centenar de casos fueron liberados. Aquellos informes estaban divididos en dos partes claramente diferenciadas. Una de ellas era el informe original de cada caso, efectuado por un juez instructor que reunía -más mal que bien en algunas ocasiones, regular en otras y con acierto y precisión en no pocas- toda la información de tal o cual avistamiento OVNI que, de una forma u otra, afectaba a la seguridad nacional, bien fuera porque el avistamiento hubiera sido protagonizado por militares, o bien porque hubiera ocasionado algún tipo de impacto (salidas de cazas para perseguir al No Identificado, detección en radar o la proximidad del artefacto desconocido a instalaciones militares). Y la otra parte -que precedía a cada uno de esos informes originales y estaba redactada poco antes de la clasificación- consistía en un resumen del hecho por parte del oficial de inteligencia encargado del proceso.
Ahí radicaba el problema: las valoraciones efectuadas justo antes de la desclasificación de cada uno de los documentos contradecía, en muchos casos, la investigación original, y explicaba -o al menos lo sugería de forma sibilina- de modo presuntamente “racional” (decir que sólo era un simple reflejo un objeto capaz de efectuar extrañas maniobras, de aspecto metálico y similar a un misil merece que la expresión racional sea entrecomilladas) los sucesos que habían acontecido años o décadas atrás. Además, en no pocas ocasiones, se echaban a faltar fragmentos de informes y documentos que, de haber estado en el dossier del caso, hubieran invalidado la explicación “racional”. Además de ello, también se echaban en falta numerosos expedientes que parecían haberse extraviado sabe Dios dónde y cómo (bueno, en realidad lo sabemos o suponemos). Expedientes que, dicho sea de paso, se habían elaborado a raíz de casos OVNI verdaderamente espectaculares.
Si se examina en profundidad el caudal informativo y documental que se liberó en el proceso de declasificación en España, la conclusión que cualquier estudioso extrae es que nos enfrentamos ante un fenómeno digno de estudio y que no pocos avistamientos responden a la presencia de artefactos volantes de comportamiento inteligente y procedencia desconocida. Sin embargo, si ese examen se limita a los expedientes previos elaborados por los servicios de inteligencia la conclusión que se extrae es otra bien diferente. Con el paso del tiempo quedó demostrado que los mandos militares españoles contaron con la colaboración de un grupo de individuos que fueron utilizados con ese objetivo. Y se prestaron a ello tanto que incluso da la sensación de que fueron quienes planificaron el proceso para provocar el desinterés social por el enigma OVNI.
El otro problema es que durante mucho tiempo se han dicho demasiadas cosas sobre lo que contienen los archivos secretos sobre OVNIs que guardan muchos gobiernos en los países más importantes. Al abrir parte de esos archivos -insisto: sólo parte de esos archivos- se produjo una sensación de desánimo entre aquellas personas que tienen un interés especial por el misterio de los “no identificados”. Ese desánimo estaba provocado por el hecho de que esos informes no escondían pruebas definitivas de la existencia de OVNIs ni certificaban que nadie tuviera los restos de presuntos ovnis estrellados y sus tripulantes. Pero eso en absoluto significaba que esos expedientes secretos no contuvieran informaciones verdaderamente apasionantes. Quizá el mejor ejemplo de ello se encuentra en el proceso de declasificación de Francia, en donde un organismo vinculado al CNES (Centro Nacional de Estudios Espaciales) dio a conocer años después del proceso de declasificación de España miles de documentos sobre otros tantos miles de casos que habían sido recogidos durante décadas -siguiendo unos protocolos de investigación previamente establecidos- y que eran y son, en sí mismo, una joya para los estudiosos del enigma OVNI.
Y después de Francia otros países han seguido abriendo sus archivos. Sin embargo, este proceso de declasificiación masivo no ha tenido el impacto mediático y científico que sin duda habría tenido en los años setenta, ochenta o noventa del pasado siglo. Posiblemente -y lo mejor sería que lo examinara un sociólogo- la revolución digital y la era de Internet tienen mucho que ver con el escaso impacto que ha tenido la declasificación de esos archivos. Y es que en estos años, Internet se ha convertido en la pista de hielo sobre la que se han deslizado -hasta patinar con toda “elegancia”- numerosas informaciones falsas, exageradas e inventadas sobre el fenómeno OVNI que han generado un grado de paranoia verdaderamente deleznable, en el que se mezcla una enorme incultura ufológica con nuevas tendencias en torno a la llamada exopolítica -que defiende que los gobiernos no sólo tienen pruebas de la existencia de los ovnis, sino que saben que son naves extraterrestres y que incluso han establecido contacto con entidades extraterrestres. Así, para quienes creen tal cosa, que se abran unos archivos que incluyen información sobre avistamientos, testimonios, estudios de huellas dejados por estos artefactos, informes sobre la detección en radar de ovnis no genera el más mínimo interés. Es como si para ellos esa información fuera de “segunda”. A lo sumo, algunos estiman que estas desclasificaciones forman parte de un proceso de entrenamiento sociológico para prepararnos de cara a la gran revelación sobre la presencia de extraterrestres en la Tierra.
Mientras tanto, la auténtica ufología ha perdido por el camino más de una década en la cual apenas se ha avanzado en lo que de verdad importa y durante la cual las investigaciones serias y rigurosas se detuvieron o, cuanto menos, se están realizando de forma discreta para evitar que se asocien esos estudios a la fiebre exopolítica que inunda todo lo que tiene que ver con este asunto. Algunos pensaban -y pensábamos- que estar en un segundo plano mientras amainaba el tornado informativo generado por Internet permitiría que, antes o después, las cosas y los estudios pudieran retomarse. Esto no quiere decir que, en absoluto, no se hayan efectuado trabajos e investigaciones muy interesantes en todo este tiempo.
Gracias a trabajos como el de El Ojo Crítico puede tenerse la esperanza en que las aguas vuelvan a su cauce y la investigación del enigma OVNI retorne por los caminos que se abandonaron. Aquí el lector encontrará pruebas sobre cómo la apertura de los archivos españoles estuvo viciada por quienes pretendían que la opinión pública no se percatara de los apasionante de esas informaciones. Pero no hay secretos que duren mil años. Y en la era de las revelaciones de Wikileaks este libro se convierte en una auténtica filtración sobre cómo se hicieron las cosas entre las bambalinas de los despachos de altos cargos militares y presuntos escépticos en el tema ovni. El resultado es conocido, pero ahora tenemos los textos y escritos que muestran con sello oficial que quienes denunciaban a las autoridades militares de falsear la información estaban en lo cierto. Ojalá este libro sirva para demostrar eso y, a la vez, para que las nuevas generaciones de investigadores -las nuevas y las viejas, ya que los investigadores y periodistas que lograron hace no tanto tiempo interesar a la opinión pública sobre los ovnis apenas están en los cuarenta años y con infinito tiempo por delante para volver a subirse el tren (¡me lo aplico!)- descubran que el enigma de los ovnis sigue siendo apasionante y digno de ser investigado. En los archivos secretos desclasificados tenemos auténticas joyas que, como decía, están esperando a ser pulidas. Desde aquí, gracias a El Ojo Crítico por embarcarse en esa labor.
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